viernes, 1 de octubre de 2010

División social del trabajo

Las elecciones a que fuerzan las preguntas anteriores tienen siempre una referencia: constituyen comportamientos sociales. Las elecciones económicas no se realizan por acciones aisladas del in­dividuo. Por el contrario, la característica básica de nuestra vida económica actual es que con nuestras acciones individuales apenas si satisfacemos directamente alguna de nuestras necesidades. His­tóricamente observamos como los bienes precisos para la satis­fac­ción de necesidades se obtenían originariamente en el seno de cada familia. Los componentes de ésta fabricaban lo que precisaban para subsistir. La familia se ofrecía como una unidad de producción y de consumo a la vez. Dentro de ella, sin embargo, aparece una primera división en la obtención de los bienes. Los diversos com­ponentes de una familia se consagraban a obtener los artículos para los que poseían mejores condiciones o aptitudes. El trabajo se di­vidía fa­miliarmente.

                     
Una segunda fase se alcanza cuando se establece el intercambio entre diversas familias. Los excedentes de los bienes producidos por determinadas familias se cambian por los artículos que a otras familias les sobraban. Esta situación permite que aparezcan ya los primeros brotes de las diversas profesiones. Apunta la dedicación preferente de los sujetos hacia una tarea, la división profesional del trabajo. La dedicación de algunas familias a obtener ciertos bienes permitía diferenciar las producciones. Sin embargo, la fa­milia seguía siendo unidad de producción y consumo al mismo tiempo. La aparición del comerciante constituyó un paso importante en este proceso. La misión de este nuevo sujeto de la vida económica fue comprar a las diversas familias los artículos por ellas fabricados y venderlos después en el mercado.
Este paso definitivo acontece cuando el proceso de producción ya no puede llevarse a cabo en el seno familiar. Los instrumentos y utensilios precisos para la obtención de los bienes exigen la cre­ación del taller y de la fábrica. Es entonces cuando surge una nueva entidad: la empresa, a la que la familia entrega sus elemen­tos productivos, el trabajo de sus diversos miembros, los servicios de otros medios de producción. La familia depone, con ello, en la empresa su carácter de economía productiva, conservando el de pro­tagonista en el consumo.
¿Cual ha sido la razón última de este proceso de división?. Adam Smith ofrece una conclusión extraída de un caso particular, de la observación de una producción concreta:
«Pongamos el ejemplo de una manufactura de pura bagatela, cual es la fabricación de alfileres: un operario de ella, no habiendo sido educa­do por principios en su oficio, ni teniendo noticia del uso de las má­quinas que en ella se emplean, apenas podría acabar, aunque aplicase todo su esfuerzo, un alfiler al día, o, por lo menos, es cierto que no podría hacer veinte. Pero en el estado en que hoy día se halla este oficio no sólo es una labor particular la obra entera total de un al­filer, sino que supone cierto número de diferentes labores, de las cuales cada una constituye un oficio distinto y peculiar. Un obrero es­tira el metal o almabre, otro lo endereza, otro lo corta, el cuarto lo afila, el quinto lo prepara para hacerle la cabeza, y el formar esta requiere dos o tres operaciones distintas; el colocarla es otra opera­ción particular; es distinto el oficio de blanquear todo el alfiler, y muy diferente también el de colocarlos ordenadamente en los papeles. Con lo cual el importante asunto de hacer un alfiler viene a dividirse en dieciocho o más operaciones distintas. He visto un taller de esta especie en el que sólo había empleados diez hombres, de los cuales, cada uno, por consiguiente, ejecutaba dos o tres operaciones distin­tas. Pero, aunque eran muy pobres y estaban muy mal provistos de las máquinas necesarias, cuando se  esforzaban en trabajar hacían cerca de doce libras de alfileres al día. En cada libra habría mas de cuatro mil de mediana magnitud, y, por consiguiente, estas diez personas po­dían hacer cada día más de cuarenta y ocho mil alfileres, cuya canti­dad, dividida entre diez, tocaría a cada una al día una labor de cuatromil ochocientos alfileres. Pero si los obreros hubieran trabaja­do separada e independientemente, sin haber sido educados por princi­pios en el oficio peculiar de cada uno, ninguno, ciertamente, hubiera podido llegar a fabricar veinte alfileres al día.»
Parece, por tanto, que las razones son claras; el proceso de división del trabajo aumenta la producción. Pero ¿por qué?, ¿Que ventajas permite esta aumento de producción tan notable?. Cinco fundamentales:
1ª.- Hay un ahorro de tiempo
2ª.- Los instrumentos de producción se utilizan en todo ins­tante.
3ª.- Las cualidades innatas de cada sujeto pueden aprove­charse mejor a traves del proceso de división del trabajo. No todos los sujetos disfrutan de identicas características. Las diferencias no solamente van desde las intelectuales a las manuales, sino que dentro de ambas existen predisposiciones diferentes de los individuos. La división del trabajo permite aprovechar esta diferencia de aptitudes dedicando a cada obrero a la función que mejor vaya a sus facultades.
4ª.- La facilidad de las tareas permite la incorporación de toda la mano de obra.
5ª.- La división del trabajo permite la introducción de ma­quinaria. Al simplificarse las tareas de obtención de un bien se llega, a veces, a labores tan elementales que pueden rea­lizarse por instrumentos. Esta introducción de la maquinaria permitió aumentar en forma difícilmente ponderable la potencia productiva del trabajo.

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