lunes, 23 de octubre de 2023

La verdad de las mentiras - Mario Vargas Llosa

«¿Qué diferencia hay, entonces, entre una ficción y un reportaje periodístico o un libro de historia? ¿No están compuestos ellos de palabras? ¿No encarcelan acaso en el tiempo artificial del relato ese torrente sin riberas, el tiempo real? La respuesta es: se trata de sistemas opuestos de aproximación a lo real. En tanto que la novela se rebela y transgrede la vida, aquellos géneros no pueden dejar de ser sus siervos. La noción de verdad o mentira funciona de manera distinta en cada caso. Para el periodismo o la historia la verdad depende del cotejo entre lo escrito y la realidad que lo inspira. A más cercanía, más verdad, y, a más distancia, más mentira. Decir que la Historia de la Revolución Francesa, de Michelet, o la Historia de la Conquista del Perú, de Prescott, son «novelescas» es vejarlas, insinuar que carecen de seriedad. En cambio, documentar los errores históricos de La guerra y la paz sobre las guerras napoleónicas sería una pérdida de tiempo: la verdad de la novela no depende de eso. ¿De qué, entonces? De su propia capacidad de persuasión, de la fuerza comunicativa de su fantasía, de la habilidad de su magia. Toda buena novela dice la verdad y toda mala novela miente. Porque «decir la verdad» para una novela significa hacer vivir al lector una ilusión y «mentir» ser incapaz de lograr esa superchería. La novela es, pues, un género amoral, o, más bien, de una ética sui generis, para la cual verdad o mentira son conceptos exclusivamente estéticos. Arte «enajenante», es de constitución antibrechtiana: sin «ilusión» no hay novela.”

De lo que llevo dicho, parecería desprenderse que la ficción es una fabulación gratuita, una prestidigitación sin trascendencia. Todo lo contrario: por delirante que sea, hunde sus raíces en la experiencia humana, de la que se nutre y a la que alimenta. Un tema recurrente en la historia de la ficción es: el riesgo que entraña tomar lo que dicen las novelas al pie de la letra, creer que la vida es como ellas la describen. Los libros de caballerías queman el seso a Alonso Quijano y lo lanzan por los caminos a alancear molinos de viento y la tragedia de Emma Bovary no ocurriría si el personaje de Flaubert no intentara parecerse a las heroínas de las novelitas románticas que lee. Por creer que la realidad es como pretenden las ficciones, Alonso Quijano y Emma sufren terribles quebrantos. ¿Los condenamos por ello? No, sus historias nos conmueven y nos admiran: su empeño imposible de vivir la ficción nos parece personificar una actitud idealista que honra a la especie. Porque querer ser distinto de lo que se es ha sido la aspiración humana por excelencia. De ella resultó lo mejor y lo peor que registra la historia. De ella han nacido también las ficciones.

Cuando leemos novelas no somos el que somos habitualmente, sino también los seres hechizos entre los cuales el novelista nos traslada. El traslado es una metamorfosis: el reducto asfixiante que es nuestra vida real se abre y salimos a ser otros, a vivir vicariamente experiencias que la ficción vuelve nuestras. Sueño lúcido, fantasía encarnada, la ficción nos completa, a nosotros, seres mutilados a quienes ha sido impuesta la atroz dicotomía de tener una sola vida y los deseos y fantasías de desear mil. Ese espacio entre nuestra vida real y los deseos y las fantasías que le exigen ser más rica y diversa es el que ocupan las ficciones.

En el corazón de todas ellas llamea una protesta. Quien las fabuló lo hizo porque no pudo vivirlas y quien las lee (y las cree en la lectura) encuentra en sus fantasmas las caras y aventuras que necesitaba para aumentar su vida. Ésa es la verdad que expresan las mentiras de las ficciones: las mentiras que somos, las que nos consuelan y desagravian de nuestras nostalgias y frustraciones. ¿Qué confianza podemos prestar, pues, al testimonio de las novelas sobre la sociedad que las produjo? ¿Eran esos hombres así? Lo eran, en el sentido de que así querían ser, de que así se veían amar, sufrir y gozar. Esas mentiras no documentan sus vidas sino los demonios que las soliviantaron, los sueños en que se embriagaban para que la vida que vivían fuera más llevadera. Una época no está poblada únicamente de seres de carne y hueso; también, de los fantasmas en que estos seres se mudan para romper las barreras que los limitan y los frustran. 

Las mentiras de las novelas no son nunca gratuitas: llenan las insuficiencias de la vida. Por eso, cuando la vida parece plena y absoluta y, gracias a una fe que todo lo justifica y absorbe, los hombres se conforman con su destino, las novelas no suelen cumplir servicio alguno. Las culturas religiosas producen poesía, teatro, rara vez grandes novelas. La ficción es un arte de sociedades donde la fe experimenta alguna crisis, donde hace falta creer en algo, donde la visión unitaria, confiada y absoluta ha sido sustituida por una visión resquebrajada y una incertidumbre creciente sobre el mundo en que se vive y el trasmundo. Además de amoralidad, en las entrañas de las novelas anida cierto escepticismo. Cuando la cultura religiosa entra en crisis, la vida parece escurrirse de los esquemas, dogmas, preceptos que la sujetaban y se vuelve caos: ése es el momento privilegiado para la ficción. Sus órdenes artificiales proporcionan refugio, seguridad, y en ellos se despliegan, libremente, aquellos “apetitos y temores que la vida real incita y no alcanza a saciar o conjurar. La ficción es un sucedáneo transitorio de la vida. El regreso a la realidad es siempre un empobrecimiento brutal: la comprobación de que somos menos de lo que soñamos. Lo que quiere decir que, a la vez que aplacan transitoriamente la insatisfacción humana, las ficciones también la azuzan, espoleando los deseos y la imaginación.

  Los inquisidores españoles entendieron el peligro. Vivir las vidas que uno no vive es fuente de ansiedad, un desajuste con la existencia que puede tornarse rebeldía, actitud indócil frente a lo establecido. Es comprensible, por ello, que los regímenes que aspiran a controlar totalmente la vida, desconfíen de las ficciones y las sometan a censuras. Salir de sí mismo, ser otro, aunque sea ilusoriamente, es una manera de ser menos esclavo y de experimentar los riesgos de la libertad.»

La verdad de las mentiras

Mario Vargas Llosa

[Fragmento]


domingo, 15 de octubre de 2023

Los profesores que llegan al límite de dejar la profesión

“Ya está: abandono la docencia”. Así anunciaba Esther Villardón, de 35 años, que deja la profesión de maestra después de una década dando clase de inglés en una carta escrita a este diario. Cuando hace siete años aterrizó en un instituto público, se encontró con una falta de apoyo de la dirección ante situaciones de acoso. “Una alumna amenazó a una profesora con que le iba a rajar las ruedas del coche, pero el centro le quitó hierro y lo justificó diciendo que lo hacía por llamar la atención”, explica. Entonces Villardón era tutora de un grupo de alumnos con necesidades especiales. Eran unos veinte en el aula y “cada uno tenía un problema bastante serio”. “Pedí ayuda, pero en dirección estaban tan saturados que me las tuve que apañar yo sola, incluso con padres gritándome por teléfono”, abunda. Para rematarlo, tenía un par de alumnos que llegaron sin conocer la lengua y que estaban en clase “mirando sin entender nada”. “Esos alumnos están condenados al ostracismo y a mí me frustraba un montón”, remata. La docente admite haberse “quemado” y deci- dió abandonar.

El caso de esta profesora madrileña refleja una tendencia de desgaste y colapso entre los docentes que está provocando bajas por ansiedad, dimisiones de directores o incluso abandono de la profesión. La carga de responsabilidad, la pérdida de respeto, los cambios legislativos o la dificultad de gestionar la diversidad en las aulas son algunos de los factores que explican este malestar.

Algunos estudios han empezado a poner cifras a esta problemática. El 40% de los docentes reconoce haber sufrido ansiedad, depresión o agotamiento físico y mental, según el informe El profesorado en España 2023, impulsado por Educo. El estudio, realizado a partir de encuestas a 600 profesores, también recoge una importante caída en la vocación: si en 2007 el 93% se mostraba ilusionado de su profesión, a pesar de los problemas, en 2023 la cifra se hunde casi a la mitad (48%).

En la cifra del 40% de docentes que admiten sufrir ansiedad también coincide el Barómetro Internacional de la Salud y del Bienestar del Personal de la Educación, publicado esta semana. Se trata de un informe internacional coordinado por la Red Educación y Solidaridad, realizado en 11 países de diferentes continentes, y que en España ha contado con 3.000 entrevistas realizadas entre febrero y junio de este año. El Barómetro revela que el 25% de encuestados ha sido víctima —y el 44%, testigo— de un episodio de violencia (sea física, moral o de ciberacoso). Asimismo, el 65% de docentes españoles considera su trabajo “bastante” o “muy estresante”, y el 84% cree que su profesión no se valora en la sociedad. Con todo, la satisfacción con la profesión es alta y casi el 75%, si pudiera elegir, volvería a ser docente.

Pérdida de prestigio

“Tengo muchos compañeros que dejarían la profesión, pero no lo hacen por motivos económicos o porque no encuentran alternativa”, asegura Margalida Llompart, profesora de Matemáticas, que, tras 23 años de carrera, ha tirado la toalla, al menos temporalmente. “Me gusta dar clases, pero lo he dejado porque estoy quemada y los centros cada vez están peor”, resume esta docente mallorquina, que tras las primeras semanas del curso actual decidió abandonar. Su descontento con el sistema empezó hace unos seis o siete años. “Veía que los alumnos llegaban cada vez con un nivel más bajo y tienes que hacer más trabajo con ellos y con las familias para que se esfuercen y valoren las Matemáticas”, lamenta. “Pero es muy difícil, llegan con pocos hábitos de aprendizaje”, dice. Llompart considera que las nuevas metodologías de enseñanza implantadas por la Lomloe “no ayudan”.

El inicio de este curso no fue bueno para esta docente. Llompart asegura que se sintió “frustrada” e incluso tuvo un ataque de ansiedad. Al final, le salió la oportunidad de ocupar un puesto en la Administración y dejó la docencia hace una semana. “Lo he dejado por ética profesional y por coherencia personal, porque no puedo enseñar a los alumnos para que lleguen al nivel que se necesita. Si hubiera continuado hubiera acabado de baja por ansiedad”, remata.

Esa es la situación en la que se encuentra Manel. Con 21 años de experiencia como profesor de Música en infantil y primaria, le afectó ver que su materia “es poco valorada, porque se asocia a fiestas y postureo”, así como el bajo nivel de los alumnos. “Hace 10 años entré en un colegio y me empecé a dar cuenta de que los niños no entendían lo que les explicaba, había muchas dificultades lectoras y de comprensión, tuve que hacer materiales especiales para ellos”, lamenta. “Me siento impotente”, remacha.

Ángel Guirado, psicólogo especialista en educación y presidente del Colegio de Psicólogos de Girona, apunta a que el malestar docente se debe a un cúmulo de factores, empezando por la naturaleza de esa profesión. “La educación es una de las profesiones más inciertas porque enseñas y educas, pero los resultados se verán de aquí a 10 o 15 años”. Tampoco ayudan los cambios constantes de legislación “especialmente por personas que no han pisado las aulas y lo hacen por temas políticos, eso no da estabilidad ni confianza a los profesores”, añade.

Uno de los motivos clave es la pérdida de prestigio de la figura del profesor. “Antes se criticaba a los docentes porque tenían muchas vacaciones. Ahora se critica todo, desde los criterios de evaluación a los métodos pedagógicos. Hay la sensación de que la escuela es criticable”, tercia Guirado. En la misma línea insiste Joan Cumeras, miembro de la Junta Central de directores de Cataluña. “Hace años, la palabra del profesor tenía credibilidad, pero ahora todo se pone en duda. Y como hay una sobreprotección de los hijos, se cree antes lo que explican los niños que al profesor. Antes todos teníamos un profesor que nos marcó en la escuela, pero ahora encontrar esto es más difícil porque se ha perdido este respeto. Además, las noticias que aparecen sobre educación son negativas, así que se degrada la imagen social”. Cumeras añade que esta pérdida de prestigio ha abierto la veda a que se produzcan agresiones verbales, pero también físicas de alumnos hacia profesores.

También genera angustia entre los docentes el hecho de sentirse impotentes a la hora de gestionar la diversidad de las aulas y el creciente número de trastornos que presentan los alumnos. “La diversidad ha aumentado a una velocidad superior a la capacidad de adaptación del sistema y de los profesores. ¿Y cómo gestionas estas situaciones nuevas con los mismos recursos de hace 10 años?”, cuestiona el psicólogo.

A esto se añade que a los docentes, y a la escuela, se les apunta como responsables de muchos conflictos sociales. “Tenemos que solucionarlo todo, cuando en muchos casos los padres hacen dejadez de funciones y piensan que la escuela ya les enseñará hábitos de comida, de comportamiento…”, comenta Cumeras. “Se habla mucho del malestar de los alumnos, pero no nos podemos olvidar de los docentes”, reclama.

El País15 Oct 2023

IVANNA VALLESPÍN / PAU ALEMANY / FRANCISCO UBILLA


miércoles, 11 de octubre de 2023

Nobel de Economía 2023 Claudia Goldin

La profesora de la Universidad de Harvard se convierte en la tercera mujer en obtener el galardón del Banco de Suecia

La Academia sueca de las Ciencias concedió ayer el premio del Banco de Suecia en Ciencias Económicas en Memoria de Alfred Nobel 2022, conocido como Nobel de Economía, a la estadounidense Claudia Goldin, profesora de la Universidad de Harvard (Massachusetts). El galardón, que la convierte en la tercera mujer en obtenerlo en 55 ediciones —y la primera en lograrlo en solitario—, reconoce sus estudios sobre la infrarrepresentación femenina y los menores salarios de las trabajadoras.

“Pese a la modernización, el crecimiento económico y el aumento de la proporción de mujeres empleadas en el siglo XX, durante un largo período de tiempo la brecha salarial entre mujeres y hombres apenas se cerró”, subraya la academia. “Y ella ha proporcionado el primer relato completo de los ingresos de las mujeres y la participación en el mercado laboral a lo largo de los siglos”.

Goldin (Nueva York, 1946), precursora en el análisis de la brecha de género, es licenciada en Economía por la Universidad de Cornell, doctora por la Universidad de Chicago, y en su dilatada carrera docente e investigadora ha pasado por Wisconsin, Princeton, Pensilvania y, desde 1990, Harvard. Además, forma parte de la prestigiosa Oficina Nacional de Investigación Económica desde hace más de tres décadas.

“Es un premio muy importante, no solo para mí, sino para muchas personas que trabajan en este tema [la brecha de ingresos entre hombres y mujeres] y que intentan comprender por qué persisten grandes desigualdades”, afirmó horas después, en conversación telefónica con AFP. Pese a reconocer “evoluciones importantes”, dijo, “sigue habiendo grandes desigualdades”. Ella misma es una precursora: fue la primera mujer en lograr un puesto fijo en los departamentos de Economía de Harvard y de Pensilvania, ambas de la muy prestigiosa Ivy League estadounidense.

La investigadora llevaba varias ediciones en las quinielas para obtener el premio. En 2019 ganó el Fronteras del Conocimiento BBVA “por sus innovadoras contribuciones al análisis histórico del papel de la mujer en la economía

“Sigue habiendo grandes desigualdades”, defiende la docente

El problema, explica, radica en gran parte en los mecanismos de promoción y por su análisis de las razones de la brecha de género”.

“El presentismo del hombre ha empeorado la brecha salarial con la mujer”, apuntaba entonces en una entrevista con EL PAÍS. “Desde los ochenta, durante más de 30 años, las mujeres no lo han hecho mal gracias a la mejora de su educación, en la que incluso superan al sexo masculino. Sin embargo, ha aumentado el número de hombres que echan más horas, que están todo el tiempo disponibles para la empresa. Y eso ha provocado que se haya quedado estancada la brecha y no se aprecie una mejora”.

Goldin también niega que el origen de la brecha de género fuese únicamente la discriminación: “Hay algo más”, deslizaba en aquella entrevista. Esta lacra, según sus investigaciones, creció de manera sustancial con el crecimiento de los trabajos administrativos y de servicios, un nicho del mercado laboral en el que los jefes tienden a valorar de sobremanera a los empleados que más tiempo están en su puesto de trabajo y no necesariamente a los más productivos. “Los hombres están desproporcionadamente disponibles para hacer largas jornadas en el trabajo, mientras que las mujeres están desproporcionadamente disponibles para dedicarse a tareas del hogar”.

La profesora es defensora de que los permisos de paternidad y maternidad sean iguales. Y de que los padres las tomen exactamente igual que sus parejas femeninas. “Se espera y se asume que las mujeres deben disfrutar una baja de maternidad, pero no se espera lo mismo de los hombres. Es necesario que esta actitud cambie para que deje de pensarse que el hombre que disfruta de una baja por paternidad no es un buen trabajador”, decía Goldin en 2019.

En 1990, la hoy Nobel publicó Understanding the Gender Gap– An Economic History of American Women (Entendiendo la brecha de género, una historia económica de las mujeres estadounidenses), una obra icónica en la que ponía en tela de juicio buena parte de las explicaciones que se habían dado a la brecha salarial. El origen, concluía, radica en gran medida en los mecanismos de promoción, con políticas institucionales y empresariales de gestión del personal que han contribuido a perpetuarla.

“Aunque el libro se ocupa de analizar un país, EE UU, sus resultados son aplicables a otros países”, decía al recibir el Fronteras del Conocimiento. “Los factores cruciales que han reducido las diferencias de género tienen que ver con lo que está ocurriendo en el entorno de los individuos, más que con los propios individuos. Sobre todo, se debe a cambios educativos que dan a las mujeres el empoderamiento necesario para desarrollar sus carreras profesionales”. Como cada año, con esta distinción —dotada con 11 millones de coronas suecas (950.000 euros)— se cierra la ronda de los premios Nobel. Se entregarán en una doble ceremonia que se celebrará el 10 de diciembre en Oslo (premio Nobel de la Paz) y en Estocolmo (los demás).

Los nombres femeninos son excepción entre los galardonados del Nobel de Economía. De los 93 ganadores, solo tres son mujeres: la estadounidense Elinor Ostrom (en 2009), la francesa Esther Duflo (en 2019) y, ahora, Goldin.

El País10 Oct 2023I. F.