martes, 27 de octubre de 2020

El Muro – John Lanchester (2020)

Una fascinante e inquietante distopía que funciona como potente alegoría del mundo actual y los miedos que atenazan a Occidente.  




Kavanagh llega al Muro para incorporarse a una de las patrullas de Defensores que protegen las diversas secciones de los intentos de invasión de los Otros. Esos extranjeros tratan de treparlo desde el Mar e invadir el país isleño, que debe protegerse del exterior desde que se produjo el Cambio que, entre otras cosas, provocó una subida del nivel del mar. Kavanagh está obligado a cumplir dos años de servicio, y el único modo de evitarlo sería convertirse en un Reproductor y tener un hijo, actividad que genera reticencias y perplejidades en el mundo de después de la catástrofe.

El cuerpo de Defensores es mixto, y poco a poco Kavanagh iniciará una relación con Hifa, una de las mujeres. Y mientras tanto, patrullando el Muro a la espera de una posible invasión, pasan los días y las noches, y se acumulan el miedo difuso y el frío penetrante, en una espera inacabable que puede recordar la de los militares de El desierto de los tártaros de Buzzati. Cuando por fin se produzca la temida invasión, acaso nada sea como se esperaba, acaso alguien no sea quien parecía ser, acaso los papeles de defensores e invasores se redefinan...

John Lanchester ha escrito una inquietante distopía que combina con habilidad la ciencia ficción y la narración de aventuras para abordar con gran ambición temas muy actuales. Su novela explora el miedo al diferente, el miedo al futuro y también el miedo a uno mismo. El resultado es una obra envolvente y turbadora, con aires de fábula moderna y un final sorprendente e impactante.

«Una brillante visión distópica de Gran Bretaña... Esta fantasía especulativa es la mejor novela que ha escrito el autor hasta el momento» (Jon Day, Financial Times). «En parte alegoría, en parte advertencia distópica sobre el futuro y en parte un elegante estudio sobre la naturaleza del arte de contar historias» (Philip Pullman). «Escrita con un tono directo y conciso que procede del Lanchester periodista» (Anthony Cummins, Literary Review). «La novela distópica de Lanchester logra plasmar las ansiedades del mundo actual» (Jake Kerridge, The Telegraph). «Arranca como una alegoría fantástica, pero se acaba adentrando en territorios mucho más siniestros» (Miranda Collinge, Esquire). «Una historia muy bien estructurada y narrada con un ritmo endiablado» (Will Gompertz, BBC News). «Una novela distópica que es pura dinamita... Vibrante y aterradoramente evocadora» (Publishers Weekly). «Lanchester demuestra ser un maestro de la alegoría» (Mail on Sunday). «Una novela distópica de plena actualidad» (Andrew Billen, The Times)

Es autor de los ensayos:

 ¡Huy! Por qué todo el mundo debe a todo el mundo y nadie puede pagar: «Un libro impactante» (Joaquín Estefanía, El País)

Cómo hablar de dinero: «Un gozoso desarme de los términos que usan los analistas envarados de las finanzas. Su descripción de expresiones usuales en los diarios y que solo esconden trucos para mantener la desigualdad es de tener siempre a mano» (Josep Maria Ureta, El Periódico).

miércoles, 21 de octubre de 2020

En la emergencia educativa nos queda aún mucho por hacer - El País

La Politécnica de Valencia reanuda sus clases, aunque más de 200.000 universitarios siguen en sus casas, mientras cada vez más colectivos claman por la presencialidad educativa en todas las etapas

BEATRIZ LUCAS

En la emergencia educativa nos queda aún mucho por hacer

Una estudiante pasa por delante de una pintada en la pared con un mensaje que parece enviado desde el más allá. "Mucho por hacer". El grafiti, del artista peruano Elliot Tupac, cobraba ayer tono de advertencia en la Universidad Politécnica de Valencia, donde 20.000 universitarios volvían a las aulas, por segunda vez en menos de dos meses. Habían pasado dos semanas en sus casas por un contagio masivo tras varias fiestas. Pero áun hay más de 220.000 alumnos confinados sin clases presenciales por brotes vinculados al ocio nocturno. Sobre ello hablamos con el ministro de Universidades, Manuel Castells, que cree que debe buscarse una solución más allá de la sanción. Mientras, en Madrid, asistimos hoy a una rueda de prensa inédita: por primera vez familias y directores se unen en una rueda de prensa para denunciar la situación "insostenible" del sistema educativo en la Comunidad de Madrid. Y como respuesta ante la emergencia educativa desde el Congreso de los Diputados aprobaban una solución esta semana: flexibilizar la evaluación para que la repetición vuelva a ser excepcional.

Bienvenidos otro martes más a este recorrido semanal por la actualidad educativa en el que nos detendremos también en los héroes cotidianos que hay en las escuelas de medio mundo. Gracias por abrirnos la puerta de tu casa y compartir esta newsletter con quien pueda estar interesado. Y si tienes alguna historia con la que podamos aprender, puedes contárnosla aquí.

1. La universidad contra la fiesta universitaria

″No podemos poner un policía detrás de cada estudiante". Lo dice el ministro de Universidades, Manuel Castells, en una entrevista en EL PAÍS, ante el confinamiento que ha llevado a suspender las clases de 300.000 universitarios. Cree el ministro que debería haber algo más que medidas restrictivas y sancionadoras a los universitarios que incumplen las normas sanitarias. Quizás el camino lo marcaba el editorial de este periódico de ayer mismo: convencer a los jóvenes de que protegiéndose ellos protegen a toda la comunidad.

Y en cierre de las aulas en Cataluña, Granada o la Politécnica de Gijón manteniendo en algunos casos los bares abiertos ha despertado la indignación de la comunidad universitaria. Como la rectora de la Universidad de Granada Pilar Aranda que en esta entrevista llegaba a preguntarse si iba a tener que impartir clase en un bar: “Me entristece que se valoren más los bares que la formación universitaria”. Incluso los alumnos se mostraban desconcertados con este doble rasero: “Va a ser más fácil pedir un cubata que sacar un libro de la biblioteca".

2. Presencialidad, incluso en la universidad

También de ello habló la profesora universitaria y psicóloga Elisa Martín Ortega en la quinta entrevista de nuestra serie del regreso a las aulas, según sus protagonistas. En ella, Martín Ortega habla de la necesidad de las administraciones de buscar culpables para cubrir su negligencia, pero también del aumento de la violencia en las aulas por el estrés normativo al que se está sometiendo a los escolares de Primaria, y de la trascendencia de las clases presenciales en Secundaria, Bachillerato y la universidad: “Primero se culpó a la infancia, luego a los adolescentes y ahora tocan los universitarios”.

Una presencialidad sobre la que también reflexiona, entre referencias literarias, Javier Rodríguez Marcos en su columna Maestros del zen y del Zoom donde defiende el hecho educativo como acto relacional y concluye que "la pantalla se vuelve tarima vertical y da la sensación de que todo el mundo se sienta en la última fila".

Para evitarlo, Diego del Alcázar Benjumea, vicepresidente de IE University, reclama con urgencia un nuevo modelo educativo: "Lo necesitamos con urgencia para entender y hablar el idioma de la tecnología, para someterla a nuestro beneficio y no someternos nosotros a los que la controlan". Y lo decía en el contexto de la inauguración de la tercera edición del encuentro sobre educación e innovación EnlightED que este año será virtual y por el que pasarán noventa pensadores internacionales del 19 al 23 de octubre.

3. Maestros que merecen la pena

Era un de esos profesores excelentes que marcan. Que invitan a pensar, a relacionar, a desarrollar el sentido crítico de los adolescentes y a cuestionar el universo en el que vivimos. Al menos así lo describen sus alumnos de 13 años. Se llamaba Samuel Paty, tenía un hijo, y daba clases de geografía e historia. A los 47 años fue decapitado por mostrar a sus alumnos las caricaturas de Mahoma. Su historia debe hacernos pensar, y mucho.

La profesora Ana Masnit camina a diario para acceder a una escuela con solo seis estudiantes de una pequeña aldea rumana.

En el capítulo de reconciliaciones con los maestros, nos detenemos en la historia de una profesora rumana que recorre a pie a diario 13 kilómetros para atender a sus alumnos "si no voy yo, tendrían que venir ellos, y son muy pequeños" explica en este vídeo. O la de los profesores de la Escuela de Canto y el Conservatorio Superior de Música de Madrid que han tenido que reinventarse y aprender a cantar con mascarilla para poder reabrir sus escuelas. Ideas y respuestas excepcionales en esta pandemia donde entre los docentes han llovido las buenas ideas para hacer frente a esta situación extraordinaria.

Para dar voz a iniciativas trasformadoras, FP Innovación y la Fundación Bankia han organizado un encuentro en el que los docentes puedan compartir sus propuestas para abordar la nueva educación. Lo han llamado Hackaton –como los encuentros de hackers, en los que desarrollan software colaborativamente– se celebrará el 13 y 14 de noviembre y los profesores interesados pueden inscribirse hasta el 8 de noviembre. Se elegirán los tres mejores proyectos a los que se les ayudará a llevarlos a cabo y se premiará al ganador con 1.500 euros. También pueden aportar sus propuestas docentes que no sean de Formación Profesional.

4. Novedades en las políticas educativas

En el apartado de novedades políticas llegaba desde el Congreso de los Diputados esta semana el acuerdo que flexibiliza las evaluaciones para que los alumnos puedan pasar de curso y obtener el título más fácilmente. La ministra de Educación Isabel Celaá, lo justifica asegurando que busca adaptarse “a realidad del alumnado de cada centro” y que garantiza “que nadie se queda atrás”. Pero la oposición lo resume con tres palabras “aprobado general encubierto”.

También en el Congreso ha seguido la tramitación de la reforma educativa. Y hoy martes se votará una enmienda a la reforma pactada por PSOE y Podemos con varios grupos del bloque de la investidura para que las autonomías y los centros educativos puedan fijar una mayor parte del currículo. 

Lo dicho, queda mucho por hacer...



lunes, 12 de octubre de 2020

Imaginar el mañana – Jordi Serra

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"La prospectiva es la ciencia que estudia el futuro para comprenderlo y poderlo influir. Aunque de hecho es, paradójicamente, una ciencia sin objeto que se mueve entre la necesidad de predecir lo que puede ocurrir y el deseo de inventar el mejor futuro posible. Porque aunque el devenir no puede predecirse con exactitud, si podemos imaginar nuestro mañana preferido. Y los últimos suspiros del siglo veinte son un buen momento para ello.

Sitúense veinticinco años en el pasado, en 1971, imaginen por un momento que retornan a esa época, pero sin saber lo que ha sucedido en este lapso de tiempo, y que se les pronosticara cómo serán los años siguientes hasta principios de 1997

SIGNIS ALC - UNESCO promueve un foro para imaginar el mundo de mañana

Si en 1971 les hubiesen dicho que España tendría una democracia parlamentaria; que gobernaría un partido socialista durante trece años y que después habría un gobierno conservador (todo ello sin grandes disturbios sociales); que caería el muro de Berlín y que la URSS se desintegraría acabando con décadas de guerra fría de un plumazo; que Sudáfrica elegiría como presidente a Nelson Mandela; que podrían disponer en su casa de un ordenador de dimensiones reducidas, pero con capacidad y potencia superior a cualquier superordenador de 1971; que con ese ordenador doméstico podrían conectar con todo un mundo de información, entretenimiento y posibilidades comerciales; que se podrían concebir bebés en probetas; que se podría cambiar de sexo; que los discos de vinilo serían sustituidos por discos compactos leídos por láser; que dispondrían de teléfonos móviles; que la televisión tendría más de dos canales y más de veinte, y que cocinarían con microondas.

Si les hubiesen dicho todo esto en 1971, lo más probable es que no lo hubieran creído, aunque todo se ha cumplido; quizá se hubieran preguntado si no les estaban tomando el pelo, sobre todo si les hubiesen dicho que para hacer estos pronósticos habían empleado métodos de prospectiva. Y es que de todas las actividades, conocimientos y rácticas que ha desplegado la humanidad para conocer el futuro la prospectiva es la más joven y desconocida; con apenas medio siglo de vida la prospectiva aspira a descubrir los hechos del futuro mediante los métodos y el rigor que se le supone a la actividad científica.

Como toda actividad joven, la prospectiva está aún en fase expansiva, desarrollándose teórica y profesionalmente, lo cual provoca que convivan en su seno una gran diversidad de maneras de entender y practicarla. Un buen ejemplo de ello lo constituye el reciente número de la revista "Futures". Se trata de un especial en el que más de cincuenta personas expertas en prospectiva e investigación sobre el futuro reflexionan acerca de sus razones para especializarse en este campo. en su conjunto el número se convierte en una magnífica herramienta para conocer la investigación sobre el futuro y a quienes la realizan. De hecho, una lectura atenta de las diversas aportaciones nos permite proceder a una primera clasificación de las diversas contribuciones: están los que han hecho del futuro su ámbito de actuación profesional, los que provienen del campo académico y los que han encauzado su actividad en el mundo de las ONGs.

Teoría y compromiso

Entre los primeros se hace hincapié en la importancia estratégica de poder anticipar el futuro; es decir, la traducción económica de la previsión y la planificación. En el mundo académico se enfatizan los aspectos teóricos y culturales del futuro y de la naturaleza del tiempo; la comprensión de los mecanismos que provocan que sea uno, de entre todos los futuros posibles (futuribles), el que se transforma en presente. En los círculos de las ONGs prima lo que podemos llevar a cabo para hacer un futuro mejor (o, como mínimo, para que no sea peor que el presente), en un enfoque orientado a la acción y al compromiso con las generaciones futuras: es el motor.

En el citado número de "Futures", el término que se emplea para denominar a tan heterogéneo grupo es el de "futurist", que podríamos traducir por futurista, aunque, a veces, también se ha utilizado futurólogo. Pero no es una categoría que satisface a todos los participantes. "Futurist" es efectivamente el nombre genérico (en el ámbito anglosajón) para designar a los que trabajan con el futuro; deriva de "futures studies" (estudios de futuro), que es la disciplina que aglutina las diversas áreas de investigación sobre el futuro. Pero aunque "futurist" se usa de forma común, se asocia sobre todo con el sector profesional, seguramente porque los intelectuales y los activistas suelen preferir otros calificativos. Pero en la Europa continental, casi nadie se define como futurista ni futurólogo; en Europa la disciplina que engloba la actividad orientada al futuro recibe el nombre de prospectiva y sus practicantes el de prospectivistas. Si a ello le sumamos el hecho que en muchas partes el futurólogo se asocia al practicante de artes esotéricas no sorprende que sea una denominación rechazada en nuestra área.

Pero reducir la distinción entre "futures studies" y prospectiva a una cuestión semántica sería un grave error, ya que designan áreas que no son completamente coincidentes. En Europa, prospectiva tiene un sentido muy preciso: es la "ciencia que estudia el futuro para comprenderlo y poder influir en él" (Gaston Berger).

Para un prospectivista la búsqueda de conocimientos sobre el futuro está siempre orientada a dirigir la acción para conseguir un efecto deseado; de hecho, no se entiende el estudio de los futuros posibles si no es para poder realizar/evitar posteriormente aquel que se considere deseable/rechazable. En cambio, en la órbita anglosajona "futures studies" designa todo tipo de indagación tendente a mejorar nuestro conocimiento del futuro, pero separado del uso posterior que se pueda dar a esa información, que se considera un acto posterior y sin ninguna relación con la investigación propiamente dicha.

Ciencia o saber

¿La prospectiva es una ciencia? Sobre ello no hay consenso. ¿Cómo puede existir una ciencia que no tiene objeto? Para muchos la respuesta es simple: no puede, el futuro no existe, y por definición no puede existir, ya que en el momento en que se concreta deja de serlo. El futuro es un concepto mental, una constructo social (algunas culturas carecen de sustantivo para él), por tanto, la prospectiva puede aspirar a ser una disciplina humanística, como la filosofía, por ejemplo, pero no una ciencia. Todo esto es cierto, pero se pueden hacer ciertas matizaciones. En primer lugar, esta crítica que se hace a la prospectiva se puede extender a la mayoría de las ciencias sociales. La economía, con toda su tradición y peso académico y profesional, tendría problemas para pasar un examen estricto de su objeto. Al fin y al cabo, ¿qué es la economía?, ¿existe realmente la economía más allá de la teoría? La ciencia política, a pesar de su nombre, tiene un objeto que resulta, cuando menos, nebuloso. Si tomamos la historia hemos de aceptar que su objeto, el pasado, tampoco existe, y eso no es impedimento para que se estudie; la historia analiza documentos, restos y registros que han llegado hasta hoy, pero no el pasado en sí. Vemos, pues, que el criterio del objeto no puede ser determinante.

En segundo lugar, la pretensión a la cientificidad de la prospectiva tiene más que ver con su empeño en estudiar el futuro mediante el método científico que con el cumplimiento estricto de todos los criterios para merecer el calificativo de ciencia. Si bien es cierto que el futuro no existe, no lo es menos que no carecemos de información sobre él. De hecho, sabemos bastante. Por un lado, conocemos la naturaleza cíclica de muchos fenómenos, como las estaciones, o los ciclos de actividad solar. Somos capaces de proyectar informaciones pasadas y/o presentes en el futuro (extrapolación de tendencias), cuyo caso más obvio son las previsiones demográficas. Nosotros mismos hemos situado en el futuro balizas que guían nuestra actividad: en el año 1998, la Unión Europea tendrá moneda única y en el año 2000 se celebrarán los Juegos Olímpicos de Sidney. Esta clase de información es contingente, pero es lo suficientemente real como para que influya en las decisiones que tomamos en el presente. Por último, y más importante, contamos con nuestros propios proyectos, sueños, esperanzas y temores, que guían toda nuestra actividad presente; son nuestras imágenes de futuro, todos las tenemos y la prospectiva las estudia, clasifica y procesa. Son el verdadero objeto de estudio de la prospectiva de forma análoga a lo que son los vestigios históricos para la historia.

Para zanjar el asunto de la cientificidad se puede decir que, si bien la prospectiva carece de objeto real, sí dispone de pseudo objetos que le permiten emprender el estudio de los futuros posibles con el rigor y la sistemática que se suponen en la ciencia.

Volviendo al ejemplar de "Futures" hay otro aspecto, que se refleja en las diversas aportaciones, y que me gustaría destacar: es la evolución de los enfoques en prospectiva. Hay tres grandes planteamientos y cada uno responde a un momento histórico completo, pero todos cuentan con representantes en la actualidad. El primero es el de la prospectiva predictiva, la que más trata de moverse dentro de los parámetros de cientificidad; su premisa básica dice que es posible comprender los mecanismos que provocan la ocurrencia de ciertos hechos y evitan la de otros abriendo así la posibilidad de conocer el futuro. Ello es consecuencia del optimismo de los años 60 sobre la capacidad humana de conquistar el futuro, de la fe inquebrantable en el progreso y su promesa de llevarnos a un mañana mejor, la visión de la prospectiva como herramienta para colonizar la última frontera, el futuro.

Determinismo suavizado

Con el paso de los años su determinismo original se ha suavizado con la incorporación de aportaciones como la teoría de sistemas, la termodinámica, la teoría del caos y otras, que han permitido tratar la complejidad de forma menos rígida. Con todo, es un enfoque que prima los pronósticos lineales y tiene una visión continuista del futuro con respecto al presente. Es el más utilizado en el mundo profesional ya que busca la obtención de conocimientos tangibles sobre el futuro, lo que lo convierte en la opción más apta para uso profesional.

Los años setenta rompieron la imagen del futuro como tierra de promisión. Si la prospectiva había fallado en predecir la crisis del petróleo y la consiguiente depresión, ¿cómo se podía confiar en ella? Se inició un periodo en que un amplio sector de la prospectiva dejó de intentar predecir lo que podría ocurrir y se concentró en pronosticar futuros alternativos. Es la prospectiva interpretativa, o cultural, y su principal objetivo es desvelar las alternativas de futuro, para mejorar la calidad de las decisiones que tomamos en el presente e incrementar nuestra capacidad de reacción ante lo inesperado. Otro rasgo de este planteamiento es su relativismo cultural: la verdad depende del contexto en que se enuncia, la realidad está construida socialmente; por ello es importante que los estudios de futuro sean sensibles a los múltiples entornos sociales.

Los noventa son tiempos de escepticismo y de cierta desesperanza. El posmodernismo ha hallado terreno fértil y ha creado condiciones propicias para que la deconstrucción sea una de las actividades intelectuales con más practicantes. Su traducción en prospectiva es la corriente crítica. La prospectiva crítica surge primero como oposición a cualquier intento de colonizar el futuro, de imponer determinada visión de cómo debe ser. La idea básica sería que cada persona, cada colectivo, cada nación tenga la máxima libertad para decidir cómo encauzar su futuro. Una de las formas más frecuentes de colonización temporal es proyectar el presente, sus estructuras y sus valores disminuyendo así las alternativas de futuro. Como respuesta, la prospectiva crítica crea problemas en el presente ¿por qué las cosas son como son y no de otra forma? Demasiado a menudo tomamos el statu quo actual de las cosas como su forma natural. De ahí paso a decir que ciertas situaciones o aspectos no deberían cambiar -es como han sido siempre, son lo "natural" y, por tanto, deben continuar en el futuro-, hay un paso. La historia demuestra que lo que se ha considerado natural ha sido diferente en cada época, que la normalidad ha dependido de circunstancias coyunturales y de las estructuras sociales. Por tanto es profundamente erróneo proyectar el presente pensando que es lo natural. La mayor virtud de la prospectiva crítica es su capacidad de ofrecer alternativas, de evidenciar que nada ha sido igual, que hay que mirar al futuro con una perspectiva amplia y sin prejuicios.

Idealmente, todos los prospectivistas o futuristas deberían combinar los tres enfoques. 

Si hay que investigar el futuro de un sector concreto no es suficiente proyectar la información que tenemos, hay que reflexionar sobre conceptos y categorías de ese sector y ver en qué medida influyen en su desarrollo, valorar distintos futuros en circunstancias cambiantes y ser consciente de que no se puede dar nada por sentado. La experiencia muestra que el futuro menos posible es aquel en el que nada cambia.

Parece que el interés en el futuro y la prospectiva se acrecienta. Uno sospecha que este fin de milenio puede que persiga en la prospectiva lo que buscó en la religión, y que los prospectivistas nos convirtamos en profetas que ofrecen certezas contingentes y dudas sistemáticas. Sin embargo, no puedo evitar pensar que es una lástima que solamente nos preocupe el futuro cada mil años.