domingo, 13 de noviembre de 2016

Reflexiones sobre la Ciencia en España. Cómo salir del atolladero – 2016

La reseña de esta obra puede enlazar con el trabajo realizado sobre la expresión ¡Que inventen ellos! con la que el que fuera rector de la Universidad de Salamanca dio cuenta de sus ideas sobre el conocimiento, la cultura y la ciencia en España. En medio de la sociedad de principios de siglo es posible recuperar aquellas palabras engarzadas por Miguel de Unamuno que sintetizar una realidad compleja. En historia contemporánea sirvió de pretexto para dar cuenta de una parte de la evolución de la ciencia y su enseñanza. [Enlace]  En la obra dirigida por José Antonio Sacristán y José Antonio Gutiérrez Fuentes, Reflexiones sobre la Ciencia en España. Cómo salir del atolladero [Fundación Lilly y Unión Editorial. Madrid, 2016] fue presentada en la Residencia de Estudiantes [Enlace] y reseñada por José Antonio Gutiérrez Fuentes que incluía una cita de Santiago Ramón y Cajal incluida en su obra Reglas y consejos sobre investigación científica de 1899. Decía nuestro Nobel: "Considerad que cada idea nueva, no contrarrestada por otra nacida entre nosotros, es un eslabón más de nuestra servidumbre mental, es una contribución que deberemos pagar en oro". Como parte de aquel discurso de ingreso en la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, es preciso recordar su convicción de que toda persona puede ser si se lo propone capaz de modelar su propio cerebro, y como otras grandes obras, ser resultado de una intensa pasión puesta al servicio de las grandes ideas. 

En España, en años sucesivos se ha producido una apreciable disminución del porcentaje del gasto en I+D respecto al Producto Interior Bruto (PIB), y como indicaba "Emilio Méndez, premio Príncipe de Asturias y coautor en el primer libro dedicado por la Fundación Lilly al tema en 2002, "no siendo posible determinar cuál es el porcentaje óptimo a invertir en I+D; no gastar nada es malo y emplear el 100% del PIB es imposible". Pero, lo que sí es una realidad es que estábamos entonces muy alejados de lo que hacían en Estados Unidos, cuyo porcentaje en la misma fecha era del 2,73, o la de Japón, situado en el 3,25%. 

Sin embargo, en el mar de las cifras, es justo decir que incluso para los expertos es difícil cuantificar los beneficios de la investigación para una sociedad, sobre todo teniendo en cuenta que la tecnología, y mucho más aún la ciencia, se difunden rápida y globalmente de un sector a otro y de un lugar a otro. Resulta igualmente oportuno recordar que la investigación científica contribuye al desarrollo de la economía y la competitividad tecnológica de las empresas, pero, además, y fundamentalmente, determina el aumento de la riqueza nacional y la expectativa y calidad de vida de los ciudadanos. 

Pues bien, volviendo a los números, lo cierto es que nuestra economía representa el 7% aprox. del conjunto de la Unión Europea (UE) mientras que registramos un número de patentes equivalente al 1,7% aprox. del total de la UE-27. Parece evidente pues, que la I+D española no ocupa aún el espacio al que debería aspirar por la presencia económica y demográfica de nuestro país. 

Otro de los coautores de aquellas primeras Reflexiones sobre la Ciencia en España, José Manuel Giral, gran impulsor del desarrollo de los Centros y Parques Tecnológicos, comentaba ante el planteamiento del gasto en términos de porcentaje sobre el PIB: "Existe otra forma de verlo: en cifras absolutas. Sin duda haciéndolo así nuestra inversión es muy superior a la de Finlandia y sin embargo nadie pone en duda los resultados en I+D+I de ese país; sobre todo en el campo de las tecnologías de la comunicación. Quizás debamos plantearnos si el problema no es solo el cuanto, sino cómo invertimos". 

No se trata, en absoluto, de volver al desprestigiado y obsoleto debate entre investigación básica o aplicada, competitiva o pre-competitiva, ciencia o tecnología, o cualquier otra de sus múltiples versiones, sino intentar conjugar todos los esfuerzos, que siempre son escasos, todos los desarrollos científicos y tecnológicos, y sin olvidar los ámbitos humanísticos o socio-económicos. 

La actual situación nos lleva a vaticinar que la locomotora de la ciencia en España deberá seguir siendo el sector público, una maquinaria cada vez más debilitada y que precisa la alianza y compromiso del sector empresarial para resultar competitiva. Además, está pendiente una reforma de la Universidad, que debe ser una institución clave en la producción científica, de forma que el trípode Universidad (investigación, formación, OTRIS, etc.) - Administración (legislación, subvenciones, propiedad intelectual, etc.) - Empresa (innovación, inversión, producción, etc.) - 'Triple Hélix' - funcione y las políticas industriales, tecnológicas y científicas se integren. 

Pero, además, si queremos orientar la investigación hacia los intereses reales del país, no podemos seguir demorando la apuesta por la evaluación y la priorización de áreas y objetivos concretos a la vez que se genera, por el efecto de la concentración de esfuerzos, una masa crítica competitiva. Es preciso identificar y priorizar sectores estratégicos en los que realmente podamos hoy ser competitivos y ocupar posiciones para el futuro. Éstos habrían de ser identificados en cada área en base al interés público y al empresarial. Buenos ejemplos son el de la alimentación: sector estratégico para el país, con gran interés empresarial y posibilidades financieras, con inmenso impacto repercutido del conocimiento que se pudiese generar. Y el de la automoción, la aeronáutica o el turismo. Otros nichos, a los que sencillamente no podemos quedar ajenos, son la biotecnología, la farmacia, la genómica, las telecomunicaciones o la informática. 

Debemos asumir, también, que el armazón administrativo y gestor sobre el que gravita la ciencia pública española es insuficiente para atender las necesidades presentes y futuras, y requiere una mayor modernidad tecnológica, capacidad y flexibilidad. 

Ante el creciente desencanto y malestar de muchos científicos que demandan cambios legislativos, mejoras estructurales, inversiones o pactos políticos, entre otras medidas, el primer paso debe orientarse a la búsqueda de vías reales en las que se aúnen el convencimiento social, político y empresarial de que la Ciencia debe estar en la base de un futuro estable y de progreso. Ello, hace imprescindible el establecimiento de unas bases previas como son la definición de una política científica, con prioridades claras, y un panorama futuro de estabilidad que haga atractivo nuestro país a los inversores. Pero esto, sólo se convertirá en realidad si se dan las reformas precisas que permitan el surgimiento y afianzamiento de estructuras competitivas. Y todo ello, de la mano del necesario replanteamiento de una política de recursos humanos anacrónica que dificulta el acceso de los mejores científicos a las universidades y OPIs, así como la definición y el desarrollo de una carrera investigadora. 

Deberíamos tener claro que atravesamos una coyuntura compleja que debería facilitar la asunción de las reformas y las estrategias necesarias. Es clamorosa, sin embargo, la ausencia de la I+D en el debate político estéril que nos asfixia. Existe un estado de opinión social favorable a la Ciencia; tenemos los 'mimbres' que hay que ensamblar, coordinar y dirigir; y, en un mundo globalizado, disfrutamos de una posición de privilegio al estar integrados en la UE y poder apostar por Iberoamérica con ventajas. Resumiendo, necesitamos hacer realidad una estrategia nacional de I+D, construida atendiendo a premisas de modernidad y eficacia, que disponga de un amplio soporte social y político, que genere la confianza necesaria y sea garantía de la estabilidad imprescindible y de los recursos suficientes. 

En definitiva, definir claramente los objetivos finalistas que se persiguen y permitir un amplio margen a los responsables, sin que ello signifique abdicar del necesario papel de seguimiento, evaluación y control. Pero sin volver a caer en el error de confundir hitos intermedios con fines. El éxito de un proyecto, en su vertiente tecnológica o científica, no conlleva que sea capaz de aportar riqueza a la sociedad, y ésta solo se conseguirá a través de su implementación productiva y su éxito comercial. Las convocatorias de becas, por indicar un ejemplo, no alcanzan su fin último si no es con la incorporación de personas magníficamente formadas a los puestos de trabajo donde poder aprovechar mejor sus conocimientos, bien científicos o tecnológicos. 

Seguro que, con una meta nítidamente establecida y un diseño basado en la confianza y el seguimiento de las actuaciones realizadas y los logros parciales alcanzados, el Sistema Español de Ciencia, Tecnología y Empresa tendría un impulso, a todas luces necesario, para responder a las necesidades y exigencias que hoy tiene planteadas la sociedad. Con este análisis de base, decidimos acudir a la colaboración de un puñado de expertos científicos, tecnólogos y empresarios para reflexionar sobre la situación actual de nuestra Ciencia y plantear propuestas que nos permitiesen 'salir del atolladero'. 

El resultado de esta colaboración es el libro Reflexiones sobre la Ciencia en España. Cómo salir del atolladero y es nuestro deseo que, tras su lectura, merezca un juicio favorable y/o suscite las controversias siempre bienvenidas y enriquecedoras. Ha sido nuestro objetivo provocar un replanteamiento sobre la actual situación y alentar al mundo de la Ciencia, y a los científicos en particular, a tomar la iniciativa que nos conduzca a alcanzar las metas fijadas. 

Los ejemplos detallados en la sección del libro Se puede hacer, dan testimonio de que tenemos el conocimiento, los medios y las personas para emprender proyectos de éxito. Si entre todos logramos adecuar el escenario, podremos llegar a ser tan buenos y competitivos como cualquier otro de los que con tanta frecuencia nos comparamos. Eso sí, sin dejar de ser nosotros mismos. 

Quiero también resaltar la oportunidad que para los objetivos planteados supone la toma de conciencia y la organización de los investigadores españoles en el extranjero, alguno de cuyos representantes es colaborador en el libro, que por sus conocimientos, juventud y pujanza habrán de jugar un papel determinante en el futuro de la Ciencia y en la del mundo hispano en general."

José Antonio Gutiérrez Fuentes
Fundación Lilly

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